El equipo arqueológico que desde hace nueve años desentierra
los secretos que esconde el castillo de Gauzón, en lo alto del Peñón de Raíces,
ha recuperado un aljibe que según sus directores, Alejandro García e Iván
Muñiz, abastecía de agua a la guarnición y a sus moradores, entre los que se
encontraban los condes y reyes que en la Alta Edad Media residieron en distintos momentos
en la fortaleza, el lugar en el que se forjó la Cruz de la Victoria. Sus
orígenes se remontan a finales del siglo V, antes de la Batalla de Covadonga, en
el 722, fecha en la que hasta ahora se han situado los orígenes del reino
astur.
El hallazgo del aljibe es el más importante conocido hasta
ahora de los realizados a lo largo de la novena temporada de excavaciones, ya
en su recta final. Con apariencia de pozo casi circular, algo más de dos metros
de profundidad y uno de anchura, sus paredes están perfectamente forradas de
piedra y mortero de cal y en su parte inferior se conservan retazos de lo que,
según explican García y Muñiz, «fue un tipo de revestimiento de mortero que
garantizaba su impermeabilidad».
En el fondo de este aljibe «sus constructores se enfrentaron
al problema que suscitaba el tipo de arcillas del Peñón de Raíces, rojizas y
muy plásticas, que podían provocar el enfangado del agua. Por ello, en un
alarde de técnica constructiva, sellaron estas arcillas mediante una capa de
losetas cerámicas recubiertas de mortero muy resistente que se ha conservado a
la perfección», añaden los directores del equipo de arqueólogos.
Los primeros datos revelan que su objeto era acopiar agua de
lluvia y la que la propia guarnición transportase desde manantiales cercanos o
desde el propio río Raíces, situado a los pies de la fortaleza. La presencia de
espacios de almacenamiento de agua «es habitual en las fortificaciones de la
época, pues la guarnición debía disponer de los recursos necesarios no sólo
para el suministro diario, sino para contingencias como los asedios, que podían
cortar toda posibilidad de comunicación con el exterior». En el caso de Gauzón,
la existencia de un solo punto de acceso a la plataforma superior en la que se
concentran las grandes estructuras militares del castillo «facilitaba el
aislamiento de los soldados en caso de ataque».
Muñiz y García destacan que a diferencia de otros aljibes de
la época, «que se limitan a aprovechar oquedades practicadas en la roca o en la
arcilla natural si resultan suficientemente impermeable», el del castillo de
Gauzón «evidencia una obra más cuidada y refinada, en consonancia con el nivel
de las construcciones militares y residenciales que han ido apareciendo». En
esta dirección aluden «al baño de las habitaciones reales y a diversos
materiales cerámicos en estudio que hablan de la importancia que la gestión
planificada del agua tuvo en esta gran fortaleza real».
El hallazgo del aljibe «supone un paso más hacia el
conocimiento de una Edad Media que encuentra en este sorprendente yacimiento
una imagen perfecta y un recurso patrimonial de enorme proyección», concluyen
Iván Muñiz y Alejandro García.