martes, 4 de noviembre de 2014

Minería y ferrocarril en Asturias

 A mediados del siglo XVIII tiene lugar en Inglaterra la I Revolución Industrial, fenómeno que se extenderá por toda Europa a partir del siglo XIX, aunque no de igual forma en todos los países. Supuso un giro en los modos de producción, hasta entonces basados en la mano de obra humana y unos rudimentarios instrumentales de funcionamiento mecánico de tracción animal. A partir de este momento, las protagonistas en el proceso productivo serán las máquinas, unos artefactos que utilizaban como fuente energía el vapor de agua y como combustible el carbón. Estas máquinas permitirán disminuir el tiempo en la realización de los trabajos y un aumento considerable de la producción, pero también provocarán la reducción de mano de obra y por tanto de personal humano. James Watt, en 1769, patentó una máquina de vapor que hizo posible revolucionar los métodos de producción industrial, pero antes que Watt hubo otros intentos como la máquina de vapor atmosférica de Thomas Newcomen y algunos ingenios aplicados a la industria textil que utilizaban la fuerza de molinos de agua como fuente de energía. Los primeros sectores industriales en mecanizarse fueron el textil y el siderúrgico.
   Con la Revolución industrial se produjeron muchos cambios en todos los ámbitos, pero uno trascendental fue la aplicación de la máquina de vapor a los medios de transporte, ya que gracias a ello se agilizan las comunicaciones, se acortan y se hacen más seguros los trayectos y se potencia el comercio. En 1929 Stephenson aplicó la máquina de vapor al ferrocarril, un sistema de transporte que utiliza unos raíles de hierro para desplazarse y que ya era utilizado en las minas con tracción animal para transportar el mineral y sacarlo al exterior de los yacimientos. Esa primera locomotora de Stephenson permitió aplicar este medio de locomoción al trasporte de mercancías y personas. La primera línea de ferrocarril fue la Liverpool-Manchester inaugurada en 1830.
   Asturias, en el siglo XIX, era una región que basaba su economía, al igual que la mayor parte de España, en el sector primario, muy limitada económicamente por una orografía complicada, unas comunicaciones muy deficientes y por falta de inversiones. El descubrimiento de yacimientos de carbón, combustible necesario para el desarrollo industrial, y la promulgación de Ley de Minas (1825) hará posible la inversión de capital extranjero en la región para su explotación.
   La explotación minera en la zona central de Asturias exigió inversión en infraestructuras que facilitasen el transporte del mineral a los puertos marítimos de Gijón y Avilés, para su exportación, y hacia la meseta para consumo nacional, a través del puerto de Pajares. El ferrocarril llega de la mano de la explotación de yacimientos mineros y la primera línea de ferrocarril de Asturias y cuarta de España es la Gijón-Langreo de 1852, que transportaba el carbón de los yacimientos de la cuenca del Nalón hasta el puerto de Gijón. Así pues, las empresas mineras fueron las primeras en utilizar el ferrocarril, primero para facilitar la extracción del mineral en la propia mina y después para trasportarlo hacia los puertos y fábricas. La mayor parte de las líneas de ferrocarril surgen por iniciativas privadas y aunque en algunos casos eran de servicio público, el uso al que estaban destinadas era el trasporte de carbón y los productos transformados por la incipiente industria asturiana. A partir de las redes ferroviarias mineras se va creando todo un entramado industrial y comercial que será el núcleo originario del desarrollo económico de Asturias.

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